top of page

“Street art”: arte público y graffiti

  • Andrés Nuwanda
  • 21 may 2024
  • 4 Min. de lectura


ree

Sentado en la estación del metro, espero el puntual tren llegar. Los crujidos y chirridos que indican que el tren está frenando llaman mi atención y, al voltear, veo sorprendido algo inusual. El aburrido amarillo apagado del tren había cambiado; una serie de trazos redondeados con pinturas de tonalidades azules cubrían el tren de punta a punta. Parecía como si fuera un niño que orgullosamente estrenaba sus zapatos nuevos en la cena de Navidad, presumiendo una gama de colores.


La "mística" del asunto me dejó reflexionando sobre el arte callejero, sobre su propósito y significado. No en un sentido academicista, sino en qué representa para nosotros, los ciudadanos, y cómo influye en la cotidianidad que aparentemente trata de romper el arte callejero.


Al interesarme cada vez más, fui descubriendo nichos de artistas, e incluso me topé convenientemente con un festival de arte callejero que se realiza anualmente en mayo. Pude conocer un poco más sobre la iniciativa de @bsafest y el trabajo de los participantes. Claramente, personas con un grado de preparación en arte y técnicas pictóricas, graduados de bellas artes, artistas en toda regla. Creadores de murales y pinturas que son la piel de muchas partes de la ciudad.


Es fácil percibir el trabajo y dedicación en estas piezas gigantes, obras pintadas sobre paredes de restaurantes, avenidas transitadas, hoteles, cafés, bares. Sentí una extraña satisfacción al saber que los artistas tienen la oportunidad consciente de aportar al día a día de todos y, de paso, esquivar el morir de hambre.


Aun así, seguía teniendo ciertas preguntas en mi mente. ¿No se suponía que el arte callejero debía ser transgresor? Es cierto que el arte callejero nace como concepto de transgresión y autonomía, partiendo de la idea de que existen estructuras opresoras, su función en la era moderna ya no es solo romper estándares, o al menos no es su única función. Esa era mi sensación al ver los murales: están muy bonitos, pero ante la orquestada propuesta pierden un poco aquel sentimiento de arte en la calle.


En una larga caminata que di por la ciudad, me llama la atención la constante repetición de un nombre: “Pablo”, taggeado por todos lados, en cada ciudad, en cada rincón está el tal Pablo. ¿Quién será? Si ha hecho algo más, quiero verlo, pero cómo saber quién es, cómo encontrarlo. La única forma es mirando cada pared y cada rincón de la ciudad. Es esa esencia que la inmediatez de la globalización nos ha quitado. No todo se hace por dinero y no todos los mensajes se ofrecen a compraventa.



El graffiti existe como esa representación de “arte transgresor”, sigue vigente formando parte de una subcultura y como un medio de expresión y respuesta ante la publicidad corrosiva y el arte público. El arte callejero se ha dividido en variantes de arte hegemónico y brutalidad responsiva. La aceptación del medio ha ido creciendo con el tiempo, y es imposible deslindar la relación social, económica y política que tiene el arte.


Parece que hoy en día, más que nunca, hacer una distinción entre artista, consumidor, público y ciudadano se ha vuelto confuso. ¿Qué parte del pastel me toca y dónde estoy parado? ¿Es el arte categorizado por la sociedad? ¿Y esto responde a la estética artística, al mensaje, a la técnica o a qué? Bueno, no nos vamos a poner existencialistas, ni tampoco nos vamos a meter en estudios de relativismo antropológico.


La interacción del arte con la sociedad actual se ha complejizado porque la sociedad misma lo ha hecho; los conceptos más simples de la vida se han vuelto objeto de estudio y eso rivaliza con la construcción de la visión y mensaje del arte. Ver en una banca, que es casa de unos vagabundos populares, un dibujo a base de pasteles es la simpleza misma, el carisma del arte callejero, lo espontáneo.


ree

Caer en la reflexión sobre cosas básicas es primordial, a mi consideración. La transgresión sigue y seguirá siendo parte del arte; el graffiti seguirá existiendo como una expresión honesta y humana de respuesta ante las inquietudes sociales y mediáticas, y el arte hegemónico seguirá siendo valorado como medio de consumo. Lo importante es tener una opinión fundamentada en la reflexión, y es donde cae otro punto en el que no vamos a profundizar, pero el arte es también subjetivo, no para su generalización, sino para su comprensión.


Pero sí quiero ser incisivo en la idea de hacer la reflexión, generar tu propia opinión sobre esta temática. En el contexto de vivir en medio de una sociedad acosada por las “inflexibles leyes”, debemos revalorizar el arte y tomar responsabilidad de nuestro papel. Dejar un poco de lado la actitud servil y reivindicar el movimiento del arte callejero con un mensaje atrevido. La calle necesita hablar de cosas que en los medios no se hablan, la censura y lo políticamente correcto han transformado esta expresión en algo estético para la foto del fin de semana.


Es hora de pasar la página, que el alma de los ciudadanos se vea reflejada en cada rincón. Lo que el caballero y la señorita tienen miedo de hablar, el arte para todos aunque se tenga miedo de aceptar, la opinión que debería salir en los periódicos, el verdadero voto hacia los políticos, el cabildo abierto más sincero, la autonomía de pensamiento y decisión.


El tren representó para mí el choque más puro donde el arte se moviliza. Para mí fue convertir un objeto cotidiano en una expresión, aún sin que tuviera un claro mensaje o estuviera plasmado más allá de un “tag” de artista urbano; la simpleza del acto resulta inminente y disidente, rozando la rebeldía pero sin llegar al ready-made o al junk art. No es mi objetivo juzgar estilos o técnicas; para mí debe estar valorado todo tipo de arte callejero, sobre todo el que tenga espontaneidad y crítica, ocupar los grandes lienzos de las calles como una voz para gritos que requieren de sonoridad.

ree

 
 
 

Comentarios


bottom of page