Centrear (verb. desplazarse)
- Rever Multimedio
- 29 may 2024
- 4 Min. de lectura
Dylan Maganaña - Investigador cultural / Artista visual.

‘’El tesoro de la ciudad quedará impresionante’’ anunciaba el alcalde capitalino en abril de 2022 al desalojar a más de mil vendedores del comercio informal sobre la calle Rubén Darío, desde el parque Bolívar hasta el Palacio Nacional. ‘’100 millones para la recuperación de nuestro patrimonio cultural’’, ‘’el nuevo rostro del CHSS’’, informaban las cuentas del Centro Histórico de San Salvador y Diario El Salvador, respectivamente.
Un hecho sin precedentes, ya que desde finales de los 70s e inicio de los 80s las fachadas de cada uno de estos edificios fue cubriéndose de telas, plástico, láminas, y con los años cerámica y vitrinas; así permaneció a lo largo de cuatro décadas una de las arterías principales que conducen hacia el centro de la San Salvador, hasta tragarse ‘’la Darío’’ y dejar una sola vía para vehículos.

‘’Jóvenes, jovencitos, jovenazos ¿compran una máquina de rasura? Véanlas. Juguetes de plástico para el niño, para el sobrino, un candadito de clave, un suetercito para el ahijado si no tiene hijos, mejor compren ropa, una navajita, una pistolita, riflitos de agua, metralletas, cuchillos, un lapicero imitación Parker, una pluma de doble corazón, libretitas para apuntes, máquinas de escribir, con punta y borrador, un frasquito de perfume, talcos Para mí’’ (de ‘’Ninel se fue a la guerra’’, José Roberto Cea, 1983).
Desde los panes con casamiento de El Amanecer (un pick up conocido como ‘’cuche rojo’’ que se estacionaba en la Plaza 2 de Abril por las madrugadas a vender platillos de comida a quienes trasnochaban en las discotecas del Centro) o los Hot Dogs El Paso en los 70s hasta las activaciones de celular y venta de cinchos que predominaron hasta 2022, fueron parte del comercio que dio identidad a la calle Rubén Darío por más de cuatro décadas. La municipalidad informó que la desinstalación de las ventas fue de manera voluntaria y que las personas comerciantes aceptaron los beneficios que les brindaba el nuevo mercado Hula-Hula por un puesto de un metro y medio, con un costo a partir de $200 mensuales. Ya no había paso a la protesta, las detenciones por el régimen de excepción detuvieron cualquier tipo de resistencia. Callaron las personas afectadas, callan las autoridades.
La calle Rubén Darío era irreconocible. Una mañana, en la primera semana de desalojos en ‘’la Darío’’, mientras tomaba fotografías a placas de edificios de los que nunca les conocí su constructor, me encontré con una amiga que caminaba por Plaza Centro; luego del saludo y de observar ambos las calles en silencio, como tratando de localizar los ecos de las vendedoras, me dijo algo que, entre me dio risa y me estremeció: ‘’Me gusta… pero es extraño, me cuesta ubicarme. Extraño el desvergue de pasar apuñada entre tanta gente’’.

‘’Lleve sus películas a dos coras, películas garantizadas. Lo nuevo y lo mejor. Películas a dos coras. Cincuenta centavos de dólar. Todos los géneros: comedia, acción suspenso, infantiles, dramas, terror, de acción, del oeste’’. (Grabación que podía escucharse en cualquier calle del Centro histórico desde los puestos que comerciaban películas piratas).
Previo a la revitalización entre 2017-2018, las visitas al Centro Histórico, sobre todo en domingo, tenían algunos de estos propósitos: ir al mercado central por una sopa, comprar en ‘’los usados’’, reactivar un teléfono, buscar un libro de segunda mano, comprar dvds piratas o ir al Bella Nápoles, el último de los cafés de antaño. Desde luego lxs visitantes vieron con buenos ojos este espacio recuperado, cafés con baristas capacitados, edificios abandonados fueron reactivados, guías informando sobre los monumentos, estatuistas, murales, ballet, exposiciones, cine al aire libre y muchos muchos eventos más. Un éxito. Las demás fases de revitalización serían más ambiciosas.
Una limpia al Calvario
Transitar por apenas cuatro cuadras de la calle de la Amargura era un calvario, y curiosamente esta ruta era una de las experiencias que buscaban algunos sociólogos extranjeros con quienes compartí en recorridos. Llegar al templo luego de ese collage de imágenes, sensaciones y olores, era la recompensa.
Otro millar de comerciantes, incluso las hierberas, fueron desalojadas en noviembre del 2022. La iglesia se pintó por primera vez, quizás eso facilitó el videomapping en su fachada y tuvo el honor de que se realizaran comerciales que contribuyeron a la difusión de su recuperación.

Ilustración de Gerardo Gómez
Comprendí que ya no se trataba de reubicación del comercio informal, ni de preservar el patrimonio, ni tampoco de una cuestión de imagen. Se trata de borrar todo vestigio, de destruir el patrimonio para borrar la historia y que también esta prohibido hablar del pasado, como la práctica habitual en el Imperio Romano: Damnatio memoriae.
Inventario del olvido
Últimamente, en los recorridos del Inventario del Olvido (título de una serie de visitas guiadas a zonas del Centro Histórico de San Salvador donde no han llegado los anticuerpos) he corrido la suerte de encontrarme fragmentos que se han desprendido de casas o que intencionalmente una máquina dejó a medio demoler. Momentos que atestigua el grupo que dirijo en los recorridos, y asombrados ven como recojo estas piezas aparentemente podridas y sin duda con una contaminación babilónica, ya que muchas de ellas cayeron de lugares que han sido refugio de la fauna nociva. Sí, y aún así yo veo ahí una pieza de gran valor. Entrené mi ojo para ver a detalle ménsulas, dentículos, el arte en la madera calada, tipos de lámina o pintas comerciales de los 90s; pero al mismo tiempo para detectar estos ‘’souvenirs’’ que brinda esta ciudad despedazada, a medias, desmemoriada.
Ser pepenador de estos fragmentos ha tenido su gracia, que hasta creo que es posible realizar muestras itinerantes de ripio de sitios históricos, como un acto de reclamar la protección de nuestro patrimonio, y mostrarle al país que estos güishtes son intentos de querer borrar nuestra memoria histórica. No lo podrán ocultar, iremos a cada barranco a buscar lo que es nuestro.
Algunas personas piensan que estos objetos me buscan: ‘’son los fantasmas del Centro’’, me dijo alguien en broma. Y, pensándolo bien, algo se va hilvanando entre piedras, astillas, mosaicos, tejas o libros. Quizás, es lo que va dando forma al Museo del Ripio.


















































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