Lilibeth, liberadora.
- Rever Multimedio
- 27 ago
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Por Catalejo Martí
La vi por primera vez en Astrálabe, una casa cultural en San Salvador que ya no existe y de la que he hablado en otras ocasiones. No hablamos en toda la noche, pero lo poco que percibí de ella es ahora una brizna de recuerdo: estaba concentrada en su laptop. Supuse que estaba arreglando detalles de sus poemas, porque declamaría esa noche. Parecía una persona hermética, pero con la tranquilidad de alguien que tiene la soledad asumida, nadando en ella, en consonancia. Se miraba libre.
Desde que me mudé a Toronto, he tenido muchas sorpresas. Una de ellas fue volver a encontrarme con Lilibeth Rivas y enterarme de que está viviendo en la ciudad, buscando junto con una amiga financiar una película en la cual ella es el personaje principal. Escribir para Rever me ha agudizado un sentido casi primitivo, algo que me impulsa a propiciar encuentros con iniciativas artísticas como la película de la cual Lilibeth será protagonista. Cabe aclarar que ella es una actriz salvadoreña con una carrera contundente, que ahora busca saciar su necesidad expresiva y encontrar un mejor entorno que el de El Salvador.
La interacción inicial fue digital, en Instagram para ser precisos. Coordinamos una reunión en un café que está en Bloor, una calle con un tramo muy conocido por su estética bohemia y su gran afluencia de snobs. Llegamos a Future Bistro, pedimos café y hablamos. Fue refrescante conversar con alguien culturalmente afín, un oasis dentro del ruido cotidiano.
Lilibeth me habló de Libertinas, la película que están tratando de financiar con su amiga Leslie Ortiz, una directora de cine salvadoreña. Se expresaba con tanta pasión sobre el proyecto y sobre lo importante que resulta no sólo para su carrera artística, sino también para la cultura salvadoreña y latinoamericana en general. La escuchaba sin interrupciones, viendo cómo se cautivaba con su propio discurso, concentrada como la caída libre de un águila que va directo a su presa. Pensé que el argumento de la película es necesario de difundir. ¿Una joven que experimenta un cambio radical que, a la vez, se convierte en el camino que la hará libre, que la llevará a aceptarse, como una revolución que comienza con el abrazo a sí misma? ¿Eso, sumado a una narrativa de libertad sexual y a la reivindicación de la posición de las mujeres en una sociedad que las ha reprimido por siglos? Sí, en efecto, es necesario difundirlo. Comprendí el ímpetu y la certeza que sostenían su discurso ese día. Me compartió también el enlace a la página web en donde están buscando financiamiento del público (crowdfunding) crowdfundr.com/LIbertinasfilm
Nos reunimos otra vez, esta vez para un picnic en el que mezclamos cigarros, cervezas, fresas con crema, frituras en bolsa, queso cheddar. Una experiencia que alguien conocedor de la gastronomía purista calificaría como aberración, pero para mí significó consolidar una relación con una persona que evoca libertad constantemente, y que abre, además, el horizonte de nuevas colaboraciones profesionales y artísticas.

Lilibeth, liberator.
By Catalejo Martí
I first saw her at Astrálabe, a cultural house in San Salvador that no longer exists and that I have spoken about on other occasions. We didn’t talk that entire night, but what little I perceived of her remains only as a sliver of memory: she was focused on her laptop. I assumed she was making adjustments to her poems, since she was going to recite that evening. She seemed hermetic, yet with the calmness of someone who has embraced solitude, swimming in it, in consonance. She looked free.
Since moving to Toronto, I’ve had many surprises. One of them was running into Lilibeth Rivas again and finding out that she is living in the city, seeking, along with a friend, to finance a film in which she is the main character. Writing for Rever has sharpened in me an almost primitive sense, something that drives me to foster encounters with artistic initiatives such as the film in which Lilibeth will take the lead. It’s worth noting that she is a Salvadoran actress with a solid career, now seeking to satisfy her expressive need and to find a better environment than that of El Salvador.
Our initial interaction was digital, on Instagram to be precise. We arranged to meet at a café on Bloor, a street known for a stretch marked by its bohemian aesthetic and its abundance of snobs. We went to Future Bistro, ordered coffee, and talked. It was refreshing to converse with someone culturally akin, an oasis amidst the daily noise.
Lilibeth spoke to me about Libertinas, the film she and her friend Leslie Ortiz, a Salvadoran filmmaker, are trying to finance. She spoke with such passion about the project and about how important it is not only for her artistic career but also for Salvadoran and Latin American culture in general. I listened without interrupting, watching her become captivated by her own words, focused like an eagle in free fall toward its prey. I thought the film’s premise is one that needs to be shared. A young woman who undergoes a radical transformation that becomes, at the same time, the path that will make her free, that will lead her to self-acceptance, like a revolution beginning with the embrace of herself. That, added to a narrative of sexual freedom and the vindication of women’s place in a society that has systemically repressed them for centuries. Yes, indeed, it needs to be shared. That day I understood the drive and certainty that held up Lilibeth’s discourse. She also shared with me the link to the crowdfunding page where they are seeking public support: crowdfundr.com/Libertinasfilm
We met again, this time for a picnic where we mixed cigarettes, beers, strawberries with cream, chips in a bag, cheddar cheese. An experience that someone versed in purist gastronomy would surely deem an aberration, but for me, it meant consolidating a bond with a person who constantly evokes freedom, and who also opens the horizon toward new professional and artistic collaborations.






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