Nawilía: el náhuat no ha muerto
- Andrés Nuwanda
- 19 jun 2024
- 8 Min. de lectura
Por Andrés Nuwanda

Husmeando por mis gustos musicales en la noche de uno de los lunes más aburridos de mi vida, revisé mi playlist en youtube de cuando estaba bicho. Me encontré con joyas del rock en español, un poquito de reggae, rap latinoamericano de auge en los 2000 's, la farándula mexicana tan amada por mi madre, etc. y recordé muchos grupos salvadoreños que forjaron parte de mi gusto musical. Artistas como Crooked Stilo, Adhesivo SKA, Shaka y Dres, Los eclámpticos, Marito Rivera, El Ático, Pescozada, Los REDD y un poco más reciente con Cartas a Felice, Diente Amargo, Manyula Dance Club, entre otros. Mientras viajaba en esa máquina del tiempo me empezaron a salir varias recomendaciones de artistas y grupos que no conocía en El Salvador.
Me dejé llevar por el feeling de la música y poco a poco fuí cayendo más y más adentro en las recomendaciones del malicioso algoritmo. De entre todas las cosas, empecé a escuchar un sonido inusual; unos tambores y un sonajero o maraca hechos de algún tipo de cáscara de semilla o algo fruto que seco es percusivo, acompañados de una zampoña y una voz recitando unas palabras que no entendí, pero que, por alguna razón, se me hacían familiar.
“Mupánpa” decía la voz y repetía: “Mupánpa Sinteut” “Mupánpa Tunán Tal”. La intriga de saber qué era lo que estaba escuchando incrementó cuando inmediatamente al terminar esos sonidos empezó otra canción una instrumental de rap tipo boom bap y pensé: “no puede ser que sea del mismo sujeto”. Revisé el título: “Tik ini shiwit”, luego el nombre del artista: Nawilía (@Nawilía2022), acompañado de contundente mensaje “el náhuat no ha muerto, el náhuat está vivo”. Es rap en náhuat y español lo que oí. Me pareció una respuesta provocativa ante el sincretismo cultural, me pareció la erupción de una necesidad ancestral.
En otras palabras, me enganché con su música. Escuché todo el álbum llamado “Tupal (Tit)”, de Elías Antonio Córdova Gil A.K.A (conocido por) Nawalía. En el álbum se introducen mensajes de preservación cultural, conocimiento náhuat y de amor y respeto por la identidad salvadoreña originaria. Así el rapero conforma su lucha y resistencia ante la sociedad salvadoreña cada vez más consumista y oprimida.
Definitivamente tenía que contactar a Nawilía para saber más acerca de su proyecto, conocer quién está detrás de su faceta artística y de donde nació esta idea tan bien estructurada que puede sentar un precedente cultural y artístico importante en El Salvador. Y así fue, lo contacté.
“Tengo 31 años y nací y resido en Santa Ana, occidente de El Salvador, ciudad conocida anteriormente como “Sihuatehuacan”, vocablo náhuat que significa “Donde hay mujeres bellas”: del náhuat síhuat: mujer, téhua: bonita/o, can: donde; sin embargo, este nombre fue cambiado por Santa Ana por el fraile Bernardino de Villalpando en el año 1569. Saber esta historia me hizo reflexionar sobre las causas de la discriminación y marginación en El Salvador de nuestras raíces originarias o indígenas, situación que viene desde hace cinco siglos con la llegada de los españoles a estas tierras.
Además, enterarme que parte de mi familia emigró a esta ciudad desde Izalco, Sonsonate y que mi abuela Josefina del Carmen Culi Córdova (1930-2009) tenía un apellido náhuat, me hizo reflexionar en gran medida sobre mi identidad personal y social.”
Este cuestionamiento y reflexión del lugar de orígen de Nawilía resulta ser un tema recurrente en este álbum en particular “Tupal (Tit)”, la palabra Sihuatehuacan se repite en varias canciones y es como un pilar de su producto que, en lo personal, considero que genera un marca muy auténtica, algo así como una marca de agua. Cada vez más inmerso en la obra llegan cuestionamientos un poco existencialistas, en mayor o menor medida todos estamos interesados en nuestro orígen y nuestra cultura pero ¿qué lleva a un artista, hoy en día, a decidirse por lanzar su producto en una lengua como la náhuat?
“En un primer momento sentía una mezcla entre temor y pena saber sobre mi ascendencia náhuat, pero no tenía consciencia del por qué este sentimiento; con el paso de los años y enterarme de ciertos cambios en la política salvadoreña como el reconocimiento oficial de la existencia de pueblos indígenas o la celebración del mes del idioma náhuat en febrero, aquel miedo y vergüenza se fue transformando en orgullo, más cuando me volví facilitador en un diplomado de interculturalidad con énfasis en el náhuat, en la Universidad Tecnológica de El Salvador.
En ese sentido el náhuat ha pasado a ser una parte importante de mi propia identidad y en mi ámbito laboral, ya que también he impartido clases de náhuat en el Técnico en Gestión Tecnológica del Patrimonio Cultural en ITCA-FEPADE Santa Ana, y en cursos libres con la Iniciativa Portadores de Náhuat.
Con mi familia y entorno social aprendí palabras como “chiche”, “tacuazín”, “güisquíl”, “alguáshte”, “tamal”, “sompopo”, “talpa”, “jocote”, “zacate”, “pepenar”, y muchas más, de las cuales a una edad joven me enteré que son “nahuatismos”. Además, recuerdo que de niño tuve acceso a una revista cultural del departamento de Santa Ana en donde se mencionaban etimologías náhuat o significados en este idioma de nombres de lugares, así me enteré que “apan” es río, y “tepet” es cerro en náhuat. También recuerdo a mi otra abuela, Mirna Adelina Gil Cuevas (1934-2018) originaria de Amatitlán, Guatemala; en mi niñez, ella constantemente me mandaba a hacer un “capulín”.
Estudié Sociología en la Universidad de El Salvador, Facultad Multidisciplinaria de Occidente, donde reflexioné de una manera más consciente sobre la historia nacional; sin embargo, en la carrera existía un vacío respecto al náhuat. Fue así como en junio de 2014 me enteré que en la Casa de la Cultura de Santa Ana iniciaría un curso de náhuat, impartido por Alex Tepas Lapa, director de la Iniciativa Portadores de Náhuat y al cual no dudé en asistir. En 2018 obtuve una beca para estudiar la Maestría en Estudios Culturales en El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), en Tijuana, México, donde pude profundizar en mi interés por el náhuat, y en 2020 me gradué con un reconocimiento por mi trabajo de tesis titulado “Persistencia cultural, patrimonio lingüístico y cofradías: la cultura náhuat pipil en Witzapan, El Salvador”, el cual está disponible en Internet para su descarga y lectura.”
El álbum “Tupal (Tit)” no solo tiene un mensaje de preservación cultural contundente, también mezcla sonidos y desarrolla el estilo boom bap con instrumentos propios de nuestra cultura originaria en composiciones que hacen sentir familiaridad y cercanía. Tiene luces de producción independiente que recuerdan a esta escena de freestyle latinoamericana que ha aportado sensaciones prometedoras en los últimos años y juega con rangos vocales graves que causan, para mi, que la letra sea más impactante.
“No tengo una sola inspiración, pero sí he tenido momentos significativos que recuerdo, como la compañía de un primo hermano con quien de niños escuchábamos rap (Coolio, Control Machete, Cypress Hill, etc.) sin embargo tuvo problemas de drogadicción y desapareció en 2005. Mi gusto por el rap continuó y luego conocí a jóvenes como yo que nos reuníamos en el Redondel de El Palmar a escuchar este género musical y a “freestalear” o improvisar.
En 2017 pude participar en un curso de Música activismo en la Plataforma Global El Salvador, Suchitoto, donde conocí a varios raperos del país y participé en un junte en tres canciones colectivas con mensajes de conciencia social; algunos de los participantes del curso al enterarse que yo estudiaba náhuat me motivaron a hacer canciones en este idioma. Otra de las inspiraciones mayores fue conocer que en Witzapan existen personas que componen canciones en este idioma, como nantzin (señora) Paula López, Anastasia López, Antonia Ramírez, y tajtzin (señor) Cruz García, Nicolás Sánchez y Genaro Ramírez.
En cuanto al rap, un mensaje es plasmar contenido positivo y propositivo en un género musical estigmatizado debido en gran parte a la industria estadounidense que tiende a promover el gangsta rap y la apología del delito, la violencia hacia la mujer, el choque racial, etc. De esa forma se busca aportar al “rap originario” y a propuestas ya existentes en este continente como Balam Ajpú en Guatemala y su disco Tributo a los 20 Nahuales, Juan Sant en México, y en Suramérica el proyecto Conexión Originaria, Liberato Kani, Hijos de las Hojas, etc.”
La canción que sin duda expresa mejor el mensaje del álbum (y que tiene un sonido que embona perfecto) es el tercer track del álbum: “Tik ini shiwit”. Una canción dedicada a la idea de prosperar como sociedad, conocimiento ancestral náhuat, no olvidar acontecimientos represivos del pasado; hechos históricos que marcaron nuestra identidad y la insistencia de preservar el náhuat.

“Con el lanzamiento en 2023 de mi primer disco titulado Túpal – Tit (Lo nuestro – Fuego) mi propósito es mostrar por medio del rap que el náhuat como idioma e identidad cultural no ha muerto, como muchas personas piensan, ya que existe un desconocimiento en la sociedad salvadoreña en general sobre nuestras raíces originarias o indígenas. Es así como en este disco plasmo mensajes alusivos a aspectos históricos de El Salvador como el contexto de la época colonial y del período republicano a partir del siglo 19 en donde se da un debilitamiento del náhuat, hasta el punto actual que tenemos el idioma en un estado crítico de extinción según la UNESCO, con menos de 50 nahuahablantes vivos.
En lo lingüístico lastimosamente el náhuat ha quedado relegado a una categoría “inferior” respecto al español, inglés, alemán, italiano, etc. Sin embargo, si tomamos en cuenta el ámbito histórico, cultural e identitario del náhuat (y el lingüístico) y lo relacionamos con nuestra propia nación, ciudad, municipio, cantón (y familiar como en mi caso), veremos que tenemos una gran riqueza en términos de patrimonio cultural inmaterial y material. En la actualidad el náhuat ya no está estigmatizado como hace siglos, o incluso hace menos de 100 años en el marco de los sucesos del 32’ donde hablar náhuat se volvió un delito castigado hasta con la muerte. En el actual contexto es importante fomentar no sólo el aprendizaje del idioma sino también elementos relacionados como el conocimiento de la medicina natural ancestral, alimentación sana, la agricultura orgánica, las formas de contar en náhuat (por ejemplo “por manos”), entre otros aspectos que se pueden dar a conocer de diversas formas artísticas.”
El mensaje lírico del proyecto de Nawilía representa un mensaje revolucionario en una sociedad consumista, una línea de progreso marcada por el respeto y el valor de rever nuestro orígen y reconocer nuestra identidad. Más allá de un estamento político busca crear comunidad a partir de lo más puro que tiene un salvadoreño, lo único que sin importar tu estrato social, creencias o paradigmas compartimos, la semilla, el germen de nuestra cultura.
“Como Nawilía me presento en espacios públicos principalmente “buseando” (abordando autobuses del transporte público nacional) para dar a conocer el náhuat por medio de mis canciones a la población en general; también me presento en eventos realizados en espacios como restaurantes, escuelas y universidades, el próximo viernes 21 de junio en la mañana estaré en un festival cultural en la UES-FMOCC. Y en julio posiblemente inicie a impartir un curso presencial de náhuat en San Salvador.
En Santo Domingo de Guzmán, Sonsonate, está el coro Iyulu Nutechan (El corazón de mi pueblo) conformado por niños y niñas, jóvenes y adultas del pueblo quienes en su mayoría son descendientes de nahuahablantes y están aprendiendo el idioma náhuat, por medio del canto.
En Santa Ana Sihuatehuacan está el profesor Neto Vega quien tiene una academia de música y náhuat; en septiembre de este año iniciará a impartir un curso de náhuat virtual. Además, está la banda de rock Indezoquixtia (Indígenas Sangrando Libertad) quienes hace un mes se presentaron en el País Vasco, Madrid en España y también incorporan el idioma e historia del náhuat en sus canciones, de las cuales he tenido el honor de colaborar como autor de las letras de las canciones 12 Muerte, y Aquino (considerada como la mejor canción de rock del año 2017 por la productora Promúsica).
En San Salvador está la agrupación de rock Nietos del Jaguar, y el rapero y beatmaker Adil Kumpa, quienes en sus proyectos también retoman no sólo el idioma náhuat, sino la cultura e historia del náhuat en este país.”
Fomentar la cultura náhuat desde un movimiento tan fuerte e importante a nivel mundial y que inherentemente tiene como estandarte la resistencia social ante los sistemas opresores como es el hip-hop, es un paso crucial para la preservación y sin duda marcará un precedente inspirador para futuras generaciones continúen esta labor de vital importancia en El Salvador, mientras tanto, queda esperar el siguiente álbum de Nawilía “Tupal (Tal)” con planes a ser lanzado este año.






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