Vicio feliz el de las manos
- Rever Multimedio
- 17 ago 2024
- 2 Min. de lectura
Vicio feliz el de las manos,
y me entretengo con tu nombre impronunciado
y sigo persiguiendo algún poema
como huyendo de la voz enmudecida,
como uno de esos gestos de te quiero,
como un vicio, sí, el de las manos.
Y hoy me digo si inventé una flor de aroma blanco
arrimado sólo en las palabras,
confiado en la música,
en el acento del alma adormecida en el delirio.
¿Mi voz interna me concede el paso?
¿La voz amiga no confía el rumbo
conocedora del ayer presente?
Sólo palabras, acaso,
sólo ellas en el pecho nadan
como en péndulo de signos.
Y qué salvaje es estar solo,
inventando de nuevo a los dioses,
imitando el presente
como si el único fuera
y el primero en inventarme labios
que divinos esclavizan.
Y me digo que, por solo,
invento los presentes con letras consonantes
confundidas que vienen del pasado.
Ya ni sé…
Lo que sea que diga,
cualquier palabra,
cualquier vocal la escribiré en tu nombre
y será como un eco de saberte,
y será como un paso en el vacío,
y será como un germen,
no de neurosis ni pecado ni tarde solitaria,
serás el germen de la flor
como si fuera yo el único
y el primero en inventar la flor
y el primero en imitar su aroma,
y el primero en inventar vocales
para perseguir algún poema,
para escribir tu nombre impronunciado
como un vicio feliz,
como buscarte,
como al aroma de la flor que invento,
como al afán de bañarme en un sueño convocado
y sentir vencida la pregunta con que voy temblando:
¿Ha quedado en tus oídos mi palabra?
¿Ya voy cerrando las puertas, las ventanas,
y arrojando las llaves de mi boca?
¿Algún sonido se quedó contigo?
¿Cuántas sílabas habré escrito en vano
para acertar la forma tuya tan labio y tan cadera?
Y me digo
que veré por la ventana
como si fuera yo el primero
y el único asomado a la ventana.
Y me digo
que amaré la luz sobre el camino que llega.
Y he de pensar:
tenía que pasar quien ya pasó,
y tiene que llegar quien llegará.
¿Me quedaré en la ventana
como quien tiene un vacío en los ojos
y siente que la niebla va llegando en pos del pecho?
¿Te he dado lo que ansiabas?
El color de la tierra me dice que has llegado,
tal vez del alba,
tal vez a media tarde,
y algún día vendrás también por esa puerta
como un amor inesperado que se acerca bruscamente
a unas manos tristes, sin talento,
con un corazón,
como si fuera yo el primero
y el único en tener un corazón,
y entrarás despacio y con saludo,
con sonidos de viento,
con rincones de bosque,
como barca que agita las aguas de algún lago,
como huésped de montaña que despierta,
y verás tu silla puesta
y una botella de vino sobre la mesa.
Alberto López Serrano
El Salvador, 1983






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